martes, 2 de diciembre de 2014

¿Están locos los escritores?


  Salvo en algunos casos excepcionales, una persona normal tiene suerte si posee un empleo, aunque éste le haga trabajar infinidad de horas por un salario miserable.
  Ahora imaginad que, uno de esos tipos en esta situación, llega a casa cansado, se ducha, cena, dice hola y poco más a la familia, y se sienta en el ordenador a trabajar.
  Pensaréis que es un pluriempleado, capaz de cualquier cosa por sacar adelante su hogar, pero no.
  Lo que en realidad hace es realizar un trabajo que le llevará años acabar, para el que tendrá que estudiar cosas que no le habían interesado en toda su vida, en el que se dejará el alma y parte del cerebro. Cuando crea que, por fin, lo ha acabado, volverá a revisarlo una y otra vez hasta que acabe por pensar que nunca lo dejará bien, y entonces...
  Comenzará el camino de la publicación, se dirigirá a agentes, editoriales, otros escritores, será activo en las redes sociales. Es posible que tenga que aprender a maquetar, manejar programas de diseño gráfico, y acostumbrarse a dormir entre cuatro y cinco horas al día. Porque tendrá que promocionar su obra y, para eso, hacer todo lo posible por ser visible en las redes; claro, en las horas que le queden libre tras estar fuera de casa dos terceras partes del día.
  Y, mientras, sus hijos y su mujer le observarán como se aleja cada vez más, engullido por un mundo injusto y cruel, en el que la masificación amenazará con relegarle al anonimato y la invisibilidad.
  Pero se arriesga a sufrir esa invisibilidad, en casa y fuera de ella, porque siente que tiene algo que contar y quiere compartirlo con el resto de la humanidad. Porque tiene fe en su historia. 
  Sabe que no ganará dinero e, incluso, es posible que pierda algo en su empeño, mas no le importa. Cada cierto tiempo recibe un elogio por su obra y se siente recompensado por haberla escrito, renueva esperanzas, cree que lo que hace es bueno y continúa en su empeño. 
  Sin un final claro, sin más propósito que ser escuchado, sin mayor sueño que el de continuar contando historias en las que viajen su alma, sus anhelos y las horas de sueño perdidas. 
  Le gusta lo que hace e intenta mejorar. Aprende de unos personajes a los que empieza a creer reales, porque le enseñan cosas de sí mismo que desconocía, y en ese momento...
  Mirará hacia atrás y se preguntará cuándo dejó de ser una persona normal. En qué momento se convirtió en esclavo de sus propias historias. Cuándo decidió que la obra era más importante que el que la escribe. Pero ya será tarde para él.
  Quizá nunca llegues a entenderle. Ni tú ni muchos de los que están a su alrededor, pero has de saber que no le importará si le lees, pues es todo cuanto persigue en su locura.

  
  @Bombicharmer

7 comentarios:

  1. Me ha encantado tu entrada, me he sentido muy identificada :-) Estaremos locos pero nuestra locura nos hace felices, así que ánimo y adelante.

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  2. Gracias Gemma. Así es, aunque creo que la parte mala se la lleva la familia. No debemos olvidar cuáles son las cosas más importantes de la vida.

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  3. Sí, estamos locos!! Al menos yo, si no escribiera, estaría en el psiquiátrico... =)
    Felicidades, me gustó mucho tu entrada!

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  4. Bonito texto, aunque no puedo estar de acuerdo :)
    Escribir es precisamente lo que nos salva de la locura.
    Saludos!

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    1. Bueno, bueno, Lola. Es otra forma de verlo. Para muchos es posible que sea así, aunque sigo pensando que, a veces, nuestras propias creaciones pueden absorbernos.

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