lunes, 24 de noviembre de 2014

Fantasía. ¿Un género inferior?



  Aún recuerdo la tarde aquella de 1.980. Yo paseaba por los confusa adolescencia repleto de dudas. Son esos años extraños en los que uno se pregunta qué va a hacer con su vida, y cuánto de esa elección depende de sí mismo. 
  Siempre me había gustado leer y vivir aventuras que la vida me negaba en primera persona, pero que la palabra impresa me ofrecía como propias. Aún así, no parecían acallar la voz interior que, desde hacía un tiempo, me empujaba a desprenderme de la niñez de forma definitiva. 
  Me encontraba solo en casa tras llegar del trabajo, porque ya trabajaba en aquel entonces a pesar de mi edad. Las necesidades son cosas que no siempre se eligen, sino que, en ocasiones, te señalan y se instalan en tu vida sin que puedas hacer nada.
  Llamaron a la puerta y abrí. Una chica muy amable me ofrecía una oferta de libros muy interesante por tan solo cien pesetas. Se ofrecían gran cantidad de libros para elegir, por lo que me aturdí durante unos momentos sin saber cuáles elegir. 

   - ¿Quieres que te los recomiende yo conforme a los que más me gustan?
   
   - Bueno. Prueba y, si estoy de acuerdo, te haré caso.

  Ella señaló tres que yo no había leído y le hice caso. Eran Tuareg, 1984 y El hobbit.
  Aquella chica cambió mi vida sin saberlo. El primero que leí fue el de George Orwell. Reconozco que tardé más de una semana en coger el siguiente, tiempo que dediqué a darle vueltas a la cabeza con lo que el bueno de Orwell planteaba en la oscura distopía. Para alguien de mi edad, que te hicieran pensar sobre la naturaleza humana de aquel modo, suponía todo un descubrimiento.
  Después leí "El hobbit" y caminé por la tierra media acompañado de Bilbo y los enanos. Fue tal el encantamiento que, de inmediato, corrí para hacerme con "El señor de los anillos". Debo confesar que tuve que esperar a ahorrar el dinero, pues no resultaba nada barato para mis posibilidades de entonces.

  Pero lo conseguí y, tras él, llegaron muchos más títulos de géneros diversos, aunque la fantasía fuera, para mí, el predilecto. Por eso hablaré de lo que ésta me aportó.
  Porque sí, uno puede estar confundido ante el futuro, pero la literatura te muestro quién y, sobre todo, qué puedes llegar ser como persona a través de los valores de muchos de sus personajes. 
  Aprendí lo relativo de los valores humanos de la mano de Tarod con "El señor del tiempo", de Louise Cooper.
  Busqué la verdad junto a Drizzt D´ourden, "El elfo oscuro" de Salvatore.
  Me sobrepuse a la maldad que conlleva el hambre de poder de los hombres acompañado de Llew mano de plata.
  Comprendí como, la falta de ambición de los hobbits, les convertía en los seres ideales para portar el anillo único, pues la codicia tardaría más en consumirles que a hombres y enanos.

 Y así hasta completar una lista interminable de personajes cuyo valor es desconocido para un gran público que, al menos en España, rechaza el género por considerarlo inferior. En su mayoría ignoran que todas las historias pueden enseñarnos algo, sin importar realmente si esa enseñanza proviene de un elfo, un general romano o un inspector de policía.
  Y no solo como lector, sino que, como escritor, también he aprendido de los personajes que se desarrollaban en mis historias. He amado el sentido de la justicia de alguno y sufrido la degradación del poder con algún otro. 
  La búsqueda de la felicidad y de la justicia, tan ausente en muchos ámbitos de la sociedad de ahora, se encuentra encerrada en todos ellos. Porque contienen, en sí mismos, las enseñanzas de toda una vida de lectura.

lunes, 10 de noviembre de 2014

¿Qué realidad prefieres?


  Antes de nada quiero aclarar que esta opinión es, como todas , subjetiva. No pienso declarar más certeza que la que anida en mi mente como algo que deambula por ella, dependiendo, la mayor parte de las veces, de lo que un servidor observa. Las redes sociales son, para eso, una ventana al mundo particular de muchas personas, cuyas inquietudes y problemas podrían ser las tuyas o las mías.

  Por la naturaleza de la actividad que llevo a cabo en ellas suelo dar con muchos escritores y escritoras de la nueva ola. Aquellos que se han lanzado en busca de un supuesto estrellato, empujados por las opiniones de allegados y familiares. En muchos casos, con escaso talento y ninguna paciencia, esperando un camino despejado para un trabajo que requiere años y años de madurez, convencidos de poseer un nivel adecuado para destacar en un mundo ya de por sí machacado de productos.

  Es ahí donde el verdadero talento choca con la masificación, convirtiendo su presencia en testimonial. A veces, invisible. Ser mejores o peores no garantiza el éxito a corto plazo si no eres capaz de darte a conocer, un trabajo duro de realizar y muy difícil de conseguir. Muchos se rinden, faltos de fuerza, nada más comenzar el camino. Otros transitan gran parte antes de caer arrodillados. Pocos son los que lo recorren hasta recoger los frutos. Es duro, muy duro, tener que abandonar un sueño cuando, detrás de él, yacen muertas tantas horas de trabajo, alimentadas por la esperanza ante un mundo desconocido. Y es que ese desconocimiento es el que mata la esperanza cuando se hace realidad.

  Porque la realidad siempre es más dura que los sueños.

  En Mátrix, Morfeo ofrece a Neo la posibilidad de seguir viviendo en el mundo de los sueños si toma la píldora azul, advirtiéndole que si toma la roja su vida transcurrirá por sendas mucho más duras, pero reales.

  En el mundo literario hay mucho se esto. Puedes seguir viviendo en tu mundo virtual, donde los sueños ocupan el lugar de una realidad fea e ingrata o, por contra, resoplar ante lo que te espera, ceñir bien tu mochila y continuar peleando frente al cortante viento frío que te encontrarás de cara. Todos pensarán al leer estas líneas que elegirán sin duda la segunda opción. El problema de muchos es que lo pensarán habiendo tomado antes la píldora azul.

  Porque la realidad, esa que es más dura que los sueños, también es más difícil de aceptar.