Momentos
A pesar del destino y las circunstancias, algo en mi interior consigue
que me concentre en el momento. Es él lo que importa y no lo por venir. La
brisa agradable, la virgen oscuridad tardía y el aroma del tomillo inundan
cuanto de mí persiste, como si la manifestación de la naturaleza tuviera la
facultad de ralentizar el tiempo, de convertir en infinito lo que siempre ha
sido efímero.
Un momento, el momento, mágico y trivial, reverente e intranscendente,
trágico y sentimental. Permanezco en él, abrazado a la eternidad como el
destello del lucero que anuncia la primera luz del día. Un destello en cuyo
tiempo nada de lo que es existía, pero que cuyo destino siento mío. Todo es
irrelevante excepto el instante, tan nuevo como la flor de la mañana, como la
estrella que nacerá en algún lugar del vasto firmamento. Siento mi propio
nacimiento a una realidad que desconocía, pero que acojo con esa calma que
otorga felicidad.
Así emprendo el viaje, sereno y confiado de lo que me espera en su
destino. Sin rencores del pasado, ni recuerdos que torturen, pues ya recibí el
perdón por mi ignorancia. La acusadora conciencia decidió otorgarme la gracia
de absolverme. Ya nada me señala o, al menos, nada que me importe, porque me he
perdonado a mí mismo. He comprendido que la realidad se encierra en la
percepción de quien la vive; como la belleza, más presente en los ojos de quien
la contempla que en el objeto admirado. Así es la vida, nuestro mayor viaje,
nuestra irremediable realidad.
Un momento da paso a otro, pues aunque su intensidad prevalezca nunca es
eterno. Mi sendero apunta hacia el Este, cuna del día que vuelve fiel a su
cita, como un retoño que nos recuerda lo efímero de la oscuridad. Desde el que
los primeros rayos del amanecer desgarran poderosos las tinieblas, impotentes
ante su empuje. Es allí donde nace la nueva oportunidad, no como algo más por
lo que pasar, sino como una puerta que se abre a un futuro cuyo encanto reside
en cómo lo percibimos.
Porque la vida se vive como se interpreta.
Y yo hoy interpreto el momento. La belleza incombustible del azafranado
astro, amo de un cielo cambiante y colorido. El perfume de la flor del naranjo,
el trino de las aves que dan la bienvenida al día, el calor de las primeras
luces. Nada es más importante. Es mi regalo por transitar este viaje, producto
de un pasado que se me hace lejano, extraño, como de otra vida.
Y sonrío. El hombre que viaja a mi lado no entiende esa sonrisa. Percibo
cómo aparta la mirada, cargada de un desconcierto que comprendo, pues una vez
fue mío. Siento la tentación de explicarle mi descubrimiento, la relevancia del
instante, la felicidad encerrada en la calma, en la paz.
Y el viaje concluye, como todo lo que posee un inicio. El amanecer se
hace más vigoroso, recio, dominador del momento. Subo cada escalón del patíbulo
sintiendo las sombras que manifiestan que ha llegado. Es el instante final, mas
no como lo esperaba, porque soy otro. Veo de otra forma.
Siento la soga alrededor de mi cuello, pero el destino ha fijado que
pueda contemplar el sol naciente durante mis últimos segundos. Mi verdugo
intenta colocarme la capucha.
-
No.
Me mira indeciso. Vuelvo a sonreírle y él aparta la mirada un instante.
-
Por favor, no me robes el momento.
Es cuanto me queda. Otro momento. Amanece. El viaje concluye.
FIN
@Bombicharmer
Genial. Me ha encantado. !!Enhorabuena!!
ResponderEliminarGracias Félix. XD
EliminarTodo el mundo atento:
ResponderEliminarBombi Charmer is back!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminarla vida es ese viaje que es sólo un instante, un momento, nada, me gustó lo que escribiste, me hizo pensar en ese tiempo que es breve y que muchas veces no aprovechamos como debiéramos. Saludos y excelente.
ResponderEliminarMagistral
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