domingo, 11 de diciembre de 2016

Por ellos


                                      Por ellos
                                                                             Adrián González de Luis


La mente de Gonzalo bullía golpeada casi siempre por las mismas palabras del padre al que apenas recordaba. Ni una sonrisa, ni un abrazo cálido, ni un sacrificio por la felicidad de su hijo.
  • Tú mataste a tu madre.”

Palabras que retumbarían en la mente de Gonzalo cada día de su vida, persiguiéndole sin posibilidad de escapatoria. Grabadas a fuego en la memoria. En torno a las que giraban los recuerdos de niño que aún era.

  • Tú mataste a tu madre.”

De forma cansina se lo recordaba cada poco tiempo, mientras el muchacho rumiaba la culpa en la que viajaba montado cada día. Culpa que había intentado compensar siendo el hijo modelo que un padre hubiera soñado, colaborando en casa, guardando silencio sin pedir nada para él y destacando en los estudios.
De alguna forma, y a sus trece años, había adoptado la amargura del progenitor como suya y guardaba pocos amigos. Nadie se metía con él en el instituto, pero su lejanía le hacía un chico poco cercano y taciturno. Así era su vida.
El viento olía a pino viejo, a monte en el borde del abismo de roca en el que se encontraba; pero también a soledad, pérdida y remordimiento. Amaba a su padre, que le había criado, cuidado en los momentos de enfermedad y proporcionado todo lo que necesitaba para crecer. Le amaba a pesar de la falta de cariño, del aparente desprecio con el que le trataba a veces y de aquellas palabras que tanto le dolían.

  • Tú mataste a tu madre.”

También a ella la amaba, aunque no la pudiera recordar. La que murió al nacer Gonzalo, de la que no había fotografías en casa. Pero el niño guardaba la sonrisa de una vieja imagen que sí pudo coger del hogar de la abuela. Era bella, posiblemente única, y por eso comprendía más al padre.
Fue el amor el que empujó al chico a hacer lo que hizo. El cuerpo de su progenitor yacía más allá de donde alcanzaba su vista. En el fondo del precipicio. El amor por la mujer de la fotografía, por aquel hombre triste y, a veces, cruel. Fue el amor el que movió sus brazos empujando la tristeza al barranco, provocando el reencuentro de los dos enamorados y compensando así el primer y fatal acto cometido en su vida.
Por amor a su padre. Por amor a su madre. Por ellos.

@Bombicharmer

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