Los dos
mundos
Un enorme andén de una gran estación de tren. Y a sus costados dos
escaleras mecánicas por las que bajan sendas mujeres alejadas en el espacio.
Natividad tiene 51 años y a duras penas logra enjugar el sabor de la
pérdida, cuyo sabor amarga más de lo que logra asumir. El abandono de la
persona amada durante toda una vida, cuando ella suponía que la felicidad se
había instalado para siempre en el hogar. Segura, como estaba, de que era
correspondida. De que la vida le había otorgado un soporte sólido en el que
llegar a la vejez.
Todo ello mancillado ahora por el desamparo más absoluto. Por el oscuro
retorno de una tristeza ya olvidada, en el que la imagen del ser amado duele
cada vez con mayor fuerza.
Quizá no sea el perfume de la pérdida lo que más duele, sino la mezcla
de olores que proporcionan la traición y la soledad. La combinación que
proporcionan, capaz de enterrar las ganas de vivir, sin la esperanza de
despertar un día de la pesadilla. De huir de sí misma y el estado depresivo
que amenaza con la zozobra final. ¿Algún
día volveré a sonreír con sinceridad? Se pregunta cada mañana al ver la imagen
de su derrota en el espejo.
María sonríe a la vida, pues ni las nubes más negras logran impedir que
sienta la luz del sol en sus ojos. La felicidad, merecida tras tantos años en
su persecución, ha llegado cargada de amor y sosiego. Pronto cumplirá los 47 ,
cargados de esperanza e ilusión. La vida le ha proporcionado el mayor de los
anhelos. Estabilidad para un corazón que creía roto por siempre, un espíritu
renovado, una mente a la que debe reprimir sus ansias por cantar ante todos la
confianza que le debe a la vida.
Porque ya había perdido esa esperanza. Porque la vida se había convertido
en un deambular sin rumbo, donde cada rostro, cada palabra, cada gesto parecían
ser iguales. Donde no existía más que el grisáceo infortunio en el que se
instalan el aburrimiento y la monótona soledad. Donde la ilusión suena a
ilusión. A utopía.
Y siente que ha despertado de la pesadilla con su nuevo amor. Aquel que
transporta la luz de la felicidad y que la ha depositado sobre ella.
Ambas coinciden a escasos metros en el andén sin percatarse la una de la
otra. Inmersas en sus mundos.
Dos mujeres, dos mundos y un solo hombre.
@Bombicharmer
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